jueves, 10 de diciembre de 2009

RECORDANDO A JAURETCHE


MANUAL DE ZONCERAS ARGENTINAS

por Arturo Jauretche


"¿Los argentinos somos zonzos?... Esto es lo que nos faltaba, convencidos como estamos de la "viveza criolla", que ha dado origen a una copiosa literatura que va de la sociología y la psicología a las letras de tango.Un amigo que hace muchos años percibió la contradicción entre nuestra tan mentada "viveza" y las zonceras, la explicaba así: "El argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento", con lo que quería significar que paralelamente somos inteligentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad y de las cuales en definitiva resulta que sea útil o no aquella "viveza de ojo".A estas zonceras en lo que trata de los intereses del común, es a las que se refiere mi personaje de las letras gauchescas que cito en él, copete, porque lo que el cantor ha dicho antes se refiere precisamente a ellas, y su escéptica sentencia surge de la continuidad en su acepción a través de generaciones.Esto no importa necesariamente que la zoncera sea congénita; basta con que la zoncera lo agarre a uno desde el "destete".Tal es la situación, no somos zonzos; nos hacen zonzos.El humorismo popular ha acuñado aquello de "¡Mama, haceme grande que zonzo me vengo solo!". Pero esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes, como lo iremos viendo.Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y generalmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasé con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo".

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